Productividad y gestión del tiempo en educación
¿Importa la productividad y la gestión del tiempo en educación? ¿O la palabra “productividad suena mal, inapropiada, en un contexto de escuelas y estudiantes? Nadie discute la importancia de la productividad y la gestión el tiempo en la empresa. Se emplean muchos recursos para ello y se diseñan múltiples herramientas y sistemas para mejorarlas. Sin embargo, me temo que en la escuela no hay esta conciencia todavía, por lo menos no está en la agenda real.
Esta reflexión viene motivada por un artículo en Educación 3.0 sobre apps para la gestión del tiempo del estudio. Simplemente se trataba de una selección de 10 apps de “productividad”: Alarmy, Toodledo, aTimeLogger, Brain Focus, Clockwork Tomato, Forest, Study Bunny, Tómate tu tiempo y Studeam. De todas ellas, solo hay tres exclusivamente concebidas para la educación y los estudiantes. En particular la última, Studeam, la conozco bien porque formo parte del equipo que la construyó. La misma revista ha lanzado otro artículo aún más reciente sobre 5 apps con la técnica pomodoro.
Por un lado, es muy positivo que una publicación como Educación 3.0 se haga eco de una creciente demanda de este tipo de herramientas por parte de estudiantes que se buscan la vida (lo señalo en un artículo reciente). Pero por otra es una muestra clara de que el mundo de la “productividad” y la gestión del tiempo con sus apps todavía no ha entrado en las aulas. A la vista está que sólo atañe apps puramente de “productividad” y en su mayoría gratuitas. Luego faltan demanda, necesidad y/o recomendación en el contexto educativo. Merece la pena pensar por qué.
Una propuesta para la gestión del tiempo en educación
De hecho, Studeam es una auténtica rareza dentro de la categoría de agendas de productividad, gestión de listas de tareas o tracking para concentrarse. Studeam es una agenda que planifica sola las tareas de estudio. Nace para la educación y los estudiantes. Y me pregunto: ¿tiene sentido? ¿Es un recurso necesario, no habiendo ningún otro semejante?
La propuesta tiene que ver con el valor del tiempo, la productividad y su análisis. Pienso que hay un reto educativo urgente por delante y solo falta que empecemos a tomárnoslo muy en serio. Task & Time, la startup creadora de la app, pretende evaluar y entrenar el hábito de estudio desde el análisis del tiempo en la ejecución de tareas. Gestionar bien el tiempo de las tareas académicas conlleva ser productivos en el mejor de los sentidos, así que toca entrar en estos conceptos para valorar la propuesta en la actualidad
El valor indiscutible del tiempo fuera del ámbito educativo
En la empresa está claro: el tiempo es un recurso básico y es algo que se puede medir (aunque sea difícil de interpretar). No solo “el tiempo es oro”, sino que sin tiempo simplemente “no habrá ningún oro”. Es un recurso absolutamente limitante e insustituible y asombrosamente equitativo, en la medida en que no se puede adquirir en sí, sino que acompaña a cualquier recurso real. Un trabajador, una máquina, un terreno fértil, mientras estén operativos, operan en el tiempo y siempre habrá tiempo para operar. El reloj no se para y corre igual para todos. Ninguno de esos recursos puede adquirir más tiempo, simplemente puede aprovechar mejor o peor el tiempo de que dispone.
Además, subrayo un valor en alza que tiene el tiempo: se puede medir. Lo cual permite su tratamiento por sistemas de información para hacer estudios y sacar conclusiones objetivas. Este análisis es necesario para comprender la productividad de un trabajador.
Si todo esto es así, ¿cómo puede la escuela permitirse que no se tenga en cuenta el tiempo de una forma similar? Porque me parece evidente que no se valora el tiempo con la misma intensidad que en educación.
Educación indirecta en gestión del tiempo en las aulas
¿Cómo algo que importa tanto en la vida profesional y en la economía no tiene (por lo general) un tratamiento específico en el ámbito educativo?
Habrá quien objete que el tratamiento viene de suyo y es transversal, porque es inevitable en la compleja planificación de objetivos curriculares y su ejecución en las aulas, la encomienda de tareas a los estudiantes, su evaluación, los exámenes… Todo ello entraña una educación indirecta respecto a la gestión del tiempo y la productividad. ¡Es cierto! Pero no se está educando directamente en gestión del tiempo. No se evalúa el hábito de estudio en sí, ni la disciplina de trabajo, lo cual sí sería prueba de la verdadera productividad de un estudiante. Vamos por partes.
Significado de la productividad en la formación
También habrá quien defienda que la productividad en educación debe ser “otra cosa”. En la Escuela se busca apoyar y promover el desarrollo de la persona en distintas facetas. Producto y objetivo son el aprendizaje, y su tiempo es una dimensión misteriosa, difícil de establecer. “Las cosas de palacio van despacio”. Con sistemas pedagógicos que han optado por un tratamiento en espiral de los contenidos (repasos año tras año o cada dos años pero avanzando un poco más), se comprende que la productividad “no pueda ser lo mismo” en contextos educativos.
Además, hemos organizado la educación por años, y asignado unos currículos y objetivos a lo largo de esos años. Todos los ritmos quedan condicionados por ese marco global, así que la productividad no puede significar lo mismo que en la empresa. Para empezar, en las empresas, que son muchas y variadas, hay una selección de personal y el personal también elige la empresa. Y muy frecuentemente a la empresa le interesa que el trabajador dé lo máximo en el tiempo por el que se le contrata. El trabajador productivo, el que rinde bien, vale más que el que no.
Por el contrario, en casi todos los sistemas educativos el recorrido a realizar es el mismo para todos los estudiantes, con la misma temporización. A los estudiantes lentos o con dificultades les corresponde experimentar el esfuerzo por ajustarse al marco para ellos exigente, a los alumnos rápidos y eficientes les toca acostumbrarse a “despreciar” su tiempo y acostumbrarse a ignorar la “productividad” en el ámbito académico.
Cuando el tiempo se infravalora en educación
Antes de sacar conclusiones, voy a enumerar situaciones representativas aun a sabiendas de que hago simplificaciones. Las causas del problema concreto serán variadas, pero los efectos incluyen una baja productividad crónica y un menosprecio del valor del tiempo.
¿Cuánto tiempo de la escuela se dedica a la gestión del grupo? Pasar lista, corrección de trabajos, imposición del silencio y el orden en el aula, esperas para completar el aforo… Muchos profesores declaran la enormidad de esfuerzo y tiempo que invierten en hacerse escuchar. El informe Talis del 2013 ya lo apuntaba, con un 45% de profesores españoles que lo confirman.
¿Cuántas veces se repasan los mismos contenidos de lengua inglesa en las aulas españolas a lo largo de los años? ¿Hace realmente falta? ¿Hace falta científicamente? Si al estudiante no le interesa y además no lo usa en su día a día, da exactamente lo mismo. Hay quien todavía está pensando en generar una escuela donde se aprenda, aunque no se quiera. Pero no es justo con la mayoría de los estudiantes y es un sistema “violento” que desincentiva la productividad y la curiosidad natural. Produce horas de aburrimiento y de acostumbrarse a aguantar.
Simplemente, el hecho incontestable del número elevado de horas lectivas invertidas en inglés para el resultado medio obtenido, debería ser un precioso indicador de que algo falla estrepitosamente. Luego será la mala pedagogía, será la mediocridad de los profesionales o la “genética” de los alumnos, o que los materiales elegidos son aburridos, lo ignoro.
Si nos tomamos el tiempo en serio
Hay muchos estudiantes que reciben más de 1.200 horas de formación en lengua extranjera en su paso por la educación obligatoria, y claramente el resultado es muy pobre. ¿Cuánto cuestan esas 1.200 horas? Porque tienen un precio y lo que es más grave: son una enormidad para tan poco fruto.
Mandando un estudiante un año entero a un país anglosajón, donde además reciba clases, conseguiremos seguramente más aprendizaje de la lengua a un coste inferior en dinero y horas totales. Pongamos que aquí la hora de clase se sitúa por encima de los 10€ por hora lectiva y alumno. Seguro que con 12.000€ se puede dominar el inglés en un año. Habremos empleado mejor el recurso del tiempo del estudiante que ahorrará horas para dedicarlas a otras cosas diferentes.
Sigamos tomándonos en serio el tiempo con la misma lógica. Sin referirnos a ninguna materia en concreto, ¿cuántos contenidos nuevos suele aprender un estudiante en un día de seis horas lectivas? Sé que el cuánto puede ofender a muchos profesionales, pero, a poco que se sinceren, reconocen el bajísimo rendimiento de sus sesiones de aula. En esto, por supuesto, entran varias causas posibles. En lo que quiero fijarme es en la realidad del bajo rendimiento percibido.
Un cambio cultural necesario
Creo que el elevado número de años empleado en la formación fundamental en un país como España es desproporcionado respecto al aprendizaje finalmente logrado. Y creo que la escuela no está educando debidamente en el valor del tiempo propio y ajeno. Presenta potentes desincentivos a la eficacia, a la productividad, a la buena administración del tiempo. Cuando la escuela procure que los estudiantes saquen adelante sus tareas cuanto antes (para hacerlas mejor), estará contribuyendo a que adquieran una competencia fundamental: aprender a aprender.
Evaluar la forma de trabajo
Pero para esto es necesario evaluar la forma de trabajo de los estudiantes, corregirles e incentivarles para que hagan lo que toca cuando toca y por el tiempo que toca, empleando solo el tiempo que requiere. ¿Cómo reaccionarían los estudiantes si supieran los objetivos del curso y pudieran acortar su duración lográndolos cuanto antes? (No defiendo que sea lo más adecuado, pretendo que se entienda el cambio de actitud necesario). ¿Cuánto ganaría el aprendizaje de un alumno que descubre que a los exámenes se puede llegar bien, sin tener que trabajar a muerte en el último día?
El cambio de mentalidad sería este: pasar de mirar solo a la fecha de entrega, a mirar si se puede empezar a hacerlo ya. Se debe premiar la disciplina de trabajo, el buen hábito de estudio y dejar de tolerar, cuando no fomentar, la cultura del último momento. Reconozcamos que muchas personas experimentan una gran dificultad en sacar las tareas adelante y constantemente procrastinan o incurren en retrasos. Las herramientas de productividad que aparecían en Educación 3.0 ayudan a recordar las tareas, a despertarse a pronto, a contabilizar el esfuerzo invertido, a enfocar la energía y generar hábitos. Studeam está diseñada para fomentar un buen hábito de estudio.
Hoy en día la situación es más adversa para muchos jóvenes, envueltos en el mar de distracciones de un mundo hiperconectado y volcado en el entretenimiento. Algunos de ellos buscan ayudas y soluciones por su cuenta, pero no se entiende que desde las instituciones y programas educativos no se reconozca la necesidad, dándole la importancia que merece.
Luis Javier Álvarez Garrido