El hábito de estudio en retroceso
No corren buenos tiempos para el hábito de estudio. Nunca ha sido un hábito fácil, pero en estos tiempos se ha vuelto realmente complicada su adquisición. ¿Qué es eso de ponerse a estudiar lo visto cada día en las clases, de forma tranquila, continuada y regular? ¿Hay muchos estudiantes capaz de sostener algo así durante tres días seguidos?
Uno de mis mejores alumnos me decía que se agobiaba muchísimo en los exámenes. “¿Cómo puede ser – le preguntaba yo – si tú seguramente estudias cada día?” Pero cuál fue mi sorpresa cuando lo negó totalmente. “Si estudiara cada día no tendría vida social, prefiero agobiarme unos días en los exámenes”.
Si esta fuera la razón verdadera, no habría mucho problema. En una enorme cantidad de alumnos no se da una decisión consciente y están atrapados por enemigos poderosos, típicos de una cultura que parece vivir para divertirse.
Enemigos actuales del hábito de estudio
El hábito de estudio podríamos definirlo como la actividad asidua que el estudiante desarrolla haciendo lo que toca, cuando toca y de una forma eficaz, consiguiendo aprender. Y, por supuesto, existen alumnos que lo adquieren (todos conocemos a algunos), pero me temo que van siendo una rareza.
WhatsApp, Telegram, Tik Tok, Youtube, Instagram, Netflix, Fortnite, Call of Duty, Minecraft, La Champions, La Liga,… Son grandes competidores del hábito de estudio con una potencia arrasadora. La cantidad de energía mental y de tiempo que consumen a los jóvenes, y el impedimento que suponen para la dedicación disciplinada del estudio los convierte en una barrera casi insuperable para muchos.
Por qué potencian la procrastinación
Las excusas para posponer una y otra vez la realización de las tareas (esto es procrastinación) siempre han existido y siempre existirán. El problema de estos enemigos modernos del hábito de estudio es que están en los bolsillos de cada estudiante, son verdaderamente adictivos y absorbentes, y además no tienen hora: están siempre disponibles o son puertas siempre abiertas e imprevisibles.
La potencia de atracción de un videojuego actual, o de una buena serie de Netflix, se unen a los clásicos de la televisión como el fútbol, por ejemplo. Pero esos partidos que nadie se perdía eran previsibles: todos los profesores sabíamos qué tardes los alumnos no iban a estudiar a causa del calendario de la Champions. Ahora, ¿cuándo estarán conectados en una gran partida online de su juego preferido? ¿Cuándo se alborotarán las redes juveniles drenando el tiempo y la atención de los chavales?
Las interacciones posibles en todo momento entre los compañeros y amigos hacen muy difícil desconectar. Porque la lógica que impera en la red social es la de la inmediatez y la urgencia sobre vínculos afectivos. ¿Quién puede mantener la concentración entre tanto ruido?
Una causa profunda de la falta de hábito de estudio
No se insistirá lo suficiente en las razones para hacer las cosas. La adolescencia y la juventud hoy en día está atrapada por un corto plazo de gusto y diversión. Anda muy pobre de ideales fuertes y buenas pasiones que les permitan superar el corto plazo del ocio y la diversión. Detrás de toda disciplina hay una gran dosis de sacrificio y el sacrificio es imposible sin un corazón capaz de elegir conscientemente.
El hábito de estudio es algo “gris” y costoso, no se consigue con unos pocos intentos. Cuando la mayoría de los estudiantes dejarían de estudiar si se les permitiera, es lógico que pocos lo adquieran. Y, sin embargo, como todo buen hábito, una vez adquirido facilita enormemente la vida de los que lo adquieren.
Animo a las familias y a los centros educativos a cultivar esos ideales, esas razones profundas por las que un chaval es capaz de hacer maravillas. ¡Es cosa urgente!
Un camino de desintoxicación y autorregulación
Vencerse a sí mismo y vencer a tanto enemigo poderoso, necesita invertir las tornas. Contra el corto plazo agradable de chatear unos minutos, quedarse otra media hora al Fortnite, o echarse unas risas compartiendo un vídeo de Tik Tok, hay que plantear acciones concretas. Se trata de oponer el corto plazo de pequeñas tareas a una hora determinada que bloquean el tiempo para cualquier otra actividad.
Ejemplo: “Hoy a las 16:15 tengo que ponerme con los ejercicios 23 y 26 de matemáticas, a las 17:00 con la lección de física, primer epígrafe y a las 18:00 descansar 10 minutos bajando al perro. A las 18:10 estaré haciendo la lámina de dibujo hasta las 19:30”. Pero es raro que un estudiante se planifique, mucho menos que lo haga con tanta concreción, ¿verdad? Por eso precisamente hicimos STUDEAM, una herramienta justo para obtener una planificación automática en un solo clic. Si la pereza para planificar es un problema, con esta app para planificar el estudio ya no hay excusas que valgan.
Para la autorregulación es importante tener un plan concreto de tareas, lo más determinado que se pueda, con objetivos a corto plazo bien definidos. Sea a mano o con la ayuda de tecnología, hay que hacerlo.
El acompañamiento
Si ese plan concreto es conocido por un tercero que al estudiante le importe, mucho mejor. Porque ese plan será evaluable y permitirá saber qué está pasando. Como cuando alguien se pone a dieta, no basta con ayunar sin más, sino sustituir ingredientes y platos de forma inteligente y, muchas veces, estar acompañados en el proceso. Comparecer regularmente ante la báscula y el dietista pueden lograr maravillas, que de otro modo uno solo no conseguiría.