Cuántas veces un alumno de secundaria se habrá pasado las horas de la tarde intentando estudiar, sacar adelante sus tareas y no llegar a terminar ninguna o a lo sumo una, acaso no la más importante porque tampoco era para mañana. WhatsApp, Instagram, unos vídeos en YouTube, la merienda, la serie preferida… Le siguen el “no me concentro”, “esto no hay quien lo haga”, “no me gusta”, “pues no se me da bien”, “mejor lo haré mañana”, “hoy no es un buen día”… Muchos son los “enemigos” de la disciplina de trabajo y los “ladrones de tiempo”. Y el alumno aprende a meter las tareas en el saco del “para más adelante”. A cambio de un cierto alivio presente, paga el peaje de un suave malestar inconsciente por ese número en aumento de tareas a la sombra, una masa sin contornos definidos que aguarda su momento para cuando es demasiado tarde.
Los estudios pedagógicos confirman lo que sostiene el sentido común: los estudiantes a los que mejor les va, se organizan bien y los que fracasan gestionan mal su tiempo, hasta el punto de ser un predictor mejor del abandono temprano de los estudios que las ausencias injustificadas (las pellas de toda la vida).
Es por ello por lo que los sistemas educativos deberían incluir la formación práctica y efectiva en gestión de tiempo. Se trataría de una transversal en los estudios de gran valor. No se trata de enseñar contenidos sino método, procurar la adquisición de un buen hábito de trabajo desde la escuela. Porque sabemos que no es lo mismo una calificación de un 8 en un examen estudiando de golpe en la última noche, que una calificación de un 8 habiendo estudiado sosegadamente en los días anteriores, dedicando la noche para descansar.
En Task & Time, desde la experiencia con alumnos a los que les costaba sacar adelante sus tareas, hemos ido perfilando una metodología para reducir la procrastinación y fomentar un buen hábito de estudio. Se trata de tres elementos fundamentales, más un sistema informático que los hace posibles.
1. Una planificación segura a la vista
La actividad comienza con una planificación que establezca lo que se tiene que hacer en cada momento. Es el punto de partida que hará concreta, ejecutable y observable la gestión del tiempo por parte del estudiante. Romperá el saco oscuro de las tareas “para más adelante” y concentrará la energía del alumno en unos objetivos claros.
Tener una planificación completa que coloque todas las tareas pendientes es ya un gran avance. Pero para hacerla bien y organizar las tareas de forma “segura” debería respetarse los siguientes 6 criterios:
Partir de un marco prefijado
El tiempo que el alumno piensa dedicar al estudio cada día debe estar previamente decidido y reservado. No debe ser replanteado cada día, ni depender de sus apetencias pasajeras o del volumen de trabajo ocasional. En ese marco serán colocadas las tareas mientras las haya. El marco “fijo” es educativo y ayuda a ser eficaz, porque marca los límites. Cada día se harán todas las tareas que se puedan en el marco dado, pues, aunque también podrían dejarse para mañana, no hay que postergarlas. A la hora de ponerse al estudio, el estudiante no tendrá que entretenerse a decidir nada sobre el marco, pues está ya decidido. Debe ajustarse a él y llenarlo
Estimar el tiempo de cada tarea
El estudiante debe estimar el tiempo que le llevará cumplir bien cada tarea, con independencia del momento en que se tenga que entregar o el marco de tiempo de que se disponga para su realización. Le guste o no el tiempo que deberá lidiar con la tarea, ha de proponer el necesario para que él la termine.
Ordenar por urgencia
Las tareas normales, las más habituales y numerosas, deberán ser hechas antes puesto que han de entregarse antes: unos ejercicios, una redacción, estudiar un capítulo, leer un artículo, dibujar una lámina… Aplicamos el ya consabido no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Porque no sabemos lo que pasará mañana y así se garantiza aprovechar el tiempo con máxima seguridad ante entregas.
Repasar antes de los exámenes
Hay un tipo de tareas especial y necesario con las que conviene aplicar un criterio diferente al de urgencia: el repaso para los exámenes (no el primer estudio de la materia), que deberá realizarse en las jornadas inmediatas anteriores a su examen.
Dosificar las tareas largas
Hay un segundo tipo de tareas al que conviene una lógica diferente a la de urgencia. Las tareas largas que se mandan con mucho tiempo, por ejemplo, la lectura de un gran libro. Tareas que deben ser realizadas poco a poco, paulatinamente a lo largo de un número suficiente de días.
Fijar los descansos
Los descansos forman parte del tiempo de estudio y deben ser proporcionales al tiempo de estudio y la capacidad de concentración de cada uno durante un periodo de seguido de trabajo. Si se quiere rendir hay que hacer pausas decididas de antemano y no dejarlas para el sentir del momento. Por ejemplo, descansar 10 minutos cada 50 de estudio continuo.
2. Una supervisión adecuada
Cuando se dispone de una planificación adecuada, el alumno puede empezar a evaluarse, ganar en autocontrol y detectar sus mayores dificultades.
En muchos casos, el esfuerzo que debe realizar el estudiante para adquirir este hábito exigente requiere de ayuda personal, de forma semejante a quienes pretenden dejar de fumar, adelgazar o progresar en deportes de competición.
Su actividad podrá ser evaluada entonces con transparencia, eliminando el ruido de la mentira.
La mayor fuerza para el cambio está precisamente en las relaciones que nos importan: un padre, tutor, profesor particular o un coach en quienes el alumno confíe podrán “ver” y entender mejor la realidad del alumno gracias a ese punto de partida de una buena planificación. Es importante que sea alguien ante quien el alumno sienta que “rinde cuentas” y alguien capaz de aceptar la realidad del alumno como es.
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